Cuatro claves para lograr buena comunicación
Para mucha gente, Internet siempre ha existido. Entre esa muchedumbre, una inmensa cantidad piensa que lo propio ha ocurrido con las redes sociales virtuales. Es evidente que estamos ante dos grandes mitos. Pues lo real es que se trata de herramientas que aun con todo y su especie de omnipresencia en nuestras vidas, a penas décadas (en el primer caso) y escasos lustros (en el segundo) han transcurrido con su incidencia en la cotidianidad.
Posiblemente algún breve recorrido nos ayude a identificar algunos hitos en el proceso que antecede al advenimiento de esos adelantos tecnológicos. Para eso propongo un repaso que incluya aquella etapa en la que muchos parecen estar estacionados al hablar sobre comunicación. Propongo echar una ojeada a aquel matemático estadounidense, que a mediados del siglo pasado, trabajando para la compañía Bell Telephone Laboratories, se dedicaba a superar serios problemas que restaban eficiencia en la transmisión de la información.
Y hago referencia a los Laboratorios Bell por tratarse de una empresa que, desde su nacimiento, en 1925, se ha caracterizado por innovar explorando maneras de usar las redes para transmitir mucho más que voz. Ha de recordarse que, a finales de 1940, sus técnicos consiguieron la primera operación remota a larga distancia entre dos urbes estadounidenses. Los investigadores de Bell Telephone Laboratories lograron transmitir mediante la conexión entre un teletipo en New Hampshire y un computador en New York.
Pero ahí no paran los avances. Los esfuerzos innovadores de esta empresa han seguido anotándose logros hasta contar con lo que hoy por hoy podemos mostrar como hitos tecnológicos al servicio de la comunicación. Pues los Laboratorios Bell cuentan con logros como la construcción y lanzamiento en 1962 del Telstar I (primer satélite de comunicaciones en órbita), que facilitó las llamadas telefónicas entre distintos lugares del mundo y sentó las bases de la revolución satelital.
Ya en los años 80 y 90, Bell Labs trabajó en incrementar las velocidades de los modems analógicos (los que se usaban con la línea telefónica), y fueron pioneros en la tecnología DSL, que hoy es la gran alternativa frente al cable (la fibra óptica) para acceder a Internet; pero también cuentan con notables aportes evidenciados en el circuito semiconductor de imágenes (CCD), los primeros sistemas de fibra óptica, el procesador de 32 bits, las tecnologías de telefonía móvil TDMA y CDMA, y la primera red inalámbrica de área local (WLAN), entre otros.
Ojalá que toda esta carrera de éxitos y avances sirva como inspiración para entender que la comunicación existe entre los cerebros de entes con capacidad para usarlos. Hace falta entender que la tecnología es solo un medio para lograr propósitos. Independientemente de cuanto logremos avanzar tecnológicamente, la base de la comunicación está cimentada en la búsqueda de soluciones a necesidades humanas.
Es por ello que más que pertinentes se vuelven urgentes algunas recomendaciones para mejorar nuestras habilidades comunicacionales.
Con todo y los avances tecnológicos, con alta frecuencia nos encontramos con quienes asumen que comunicar es hacer saber. Hay gente (y hasta sobra) que se aferra a la idea del famoso “BAM”, como medio para lograr sus objetivos. Esa gente parece estar más que convencida de que “el bulto”, el allante y el movimiento son panacea para lograr éxito en la vida. Por eso se empeña en decir y decir por todas las vías como modo de influenciar a los demás, asumiendo a las personas como tontos útiles a sus propósitos.
Lo real es que, ante reales tontos, ese modo de actuar da sus resultados en favor de quienes se aferran al “BAM”; pero ante personas con por lo menos niveles básicos de criticidad, quien termina como auténtico tonto es el “bultero y allantoso” confiado en que sus movimientos distraen a los demás.
Lo verdadero es que para el circo y el entretenimiento alienante, como método para desviar de lo esencial, funciona muy bien la idea de disparar a un blanco (igual como se hace para matar), pero para quien procure generar una relación orientada al entendimiento, en el marco del respeto mutuo y hasta con repercusiones humanizantes, se vuelve imprescindible mucho más que comenzar la comunicación por escuchar (lo que muchas veces es solo simulación inicial); en ese caso se ha de manifestar y mantener un real interés por las personas, por sus contextos y expectativas, por lo que realmente les ocupa y por lo que sueñan.
Hace falta que comuniquemos despertando nuestra curiosidad por el otro. Si la persona con la que te comunicas te descubre cercano, aumentarán las posibilidades de que asocie tu mensaje con un real interés por sus temas, por sus prioridades y por su bienestar.
Más que ver o simplemente escuchar, muchas personas prefieren sentir. Para conectar con esas personas necesitamos desarrollar la sensibilidad. Los seres humanos podremos olvidar muchas cosas, pero la manera como alguna persona o algún hecho nos hacen sentir suele quedarse muy bien grabada en nuestra memoria. Por eso tu capacidad de comunicar se potencializa cuando tus palabras, y aún más tus acciones, conectan con las esperanzas de bienestar y felicidad de las personas.
Finalmente, procura aportar cuando hablas. Desde la Grecia antigua, el conocimiento se ha tenido como un componente esencial para lograr persuasión porque el común de las personas tiende a poner atención y a dejarse persuadir por quien demuestra saber de lo que habla.
Si despertamos el interés en los demás, si logramos tocar su sensibilidad, si aportamos con conocimiento y sentido de utilidad, nos encaminaremos al logro de importantes niveles de fascinación. Ese proceso nos coloca en ruta virtuosa para que la comunicación nos mantenga humanos y retome su sentido de provocar el entendimiento como puerta para el real avance.
Bibliografía consultada:
Los 10 inventos de Bell Labs que cambiaron el mundo, publicación de Mauricio Jaramillo Marín, en 2011, en Enter.co.